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lunes, 1 de agosto de 2011

Centauro de invierno





La oscuridad avizoraba el encuentro, unas manos presurosas y húmedas la tomaron por la cintura, él la acercó a su cuerpo, se besaban, como besa el viento a las nubes, la lengua gruesa entraba y rozaba las comisuras de la boca. Ella se abrazaba de su espalda y se dejaba levantar para permitirle el paso, ávida de humedad, sedienta de calor, sintiendo cada trozo de piel, como cuerdas vibrantes y elásticas. Él la impregnaba de su aroma, a geranio en flor, y embestía como si hubiera perdido su propio nombre.

Nada hacia pensar en ese instante, que esos mismos cuerpos estarían separados por tanta distancia, no pudieron preever la frialdad que los inundaría en el momento en que ella soltó un par de lágrimas, y él creyó que se le venía el cielo en la cabeza.

Y no hubo más, así fue, eso creo, a veces no sé cuánto recuerdo y cuánto miento, o tal vez sólo no sé cuánto es y cuánto soy.

1 comentario:

  1. Hermosas palabras. Muchas gracias.
    https://elarpatartamuda.blogspot.com.ar

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